lunes, 22 de diciembre de 2008

Donde los cóndores no son amaestrados

La llegada a Pampamarca no resultaba nada diferente a otras movilizaciones que tuvimos por asuntos de trabajo. Levantarse temprano para coger la combi que luego de 3 horas aproximadamente por caminos de serpenteantes de trocha nos conduciría hasta aquel lugar. Esta vez, según la información recogida nos esperaban: tumbas pre incas, ruinas, un bosque de piedra, una catarata y si teníamos suerte veríamos el vuelo del condor.

Llegamos a eso de las 9 de la mañana con mis compañeros de caminata a paso moderado, Manuel y Helena, a buscar un hospedaje y como es debido un buen desayuno antes de partir. Ya saliendo el dueño del hospedaje nos indicaba el lugar por donde debíamos ir, lo curioso fue que apenas nos indicaba la cima a la que teníamos que llegar su dedo apuntaba allá en lo alto a un cóndor que merodeaba aquel lugar… así que muchachos apurémonos que ya nos perdimos un cóndor, no vaya a ser que nos perdamos otro.

Subimos emocionados todo unos chicos treking, pero al poco tiempo los pulmones nos recordaron que apenas estamos en el nivel aficionados, al concertar que teníamos todo el día para subir y bajar decidimos ir a un paso de acuerdo al nivel. A todo esto es inevitable bajar la cabeza para avanzar unos metros y luego levantar la mirada para ver que tan más cerca de la cima estamos… para luego darnos cuenta de que mucho no hemos avanzado y volver a bajar la c
abeza.

Y así tranquilos y con el espíritu de aventura aún en su lugar llegamos en algo de dos horas al primero punto del itinerario, unas chullpas a mitad de camino. Geniales!!! foto foto y seguir adelante. Luego por un camino rodeando unas rocas que formaban una suerte de entrada, conseguiríamos alcanzar la pequeña ciudadela. Créanme que en vivo y en directo se ven mucho mejor que en fotos, claro que aquí lo que quedan son ruinas de ruinas, pero la distribución de ella fue lo que llamaba la atención. Era en su mayoría bases circulares que de la cima que no tenía mucho espació se extendían hacia abajo por el otro lado del monte. Alfombras de huacos rotos pintaban algunas zonas del piso y explorando la extensión de estas fue que divisamos de pronto el alzar vuelo de dos cóndores que de tan cerca no podíamos evitar el tener preparado los brazos para cubrirnos si es que decidían caricaturescamente venírsenos encima. Manuel o lo captas con tu cámara o te vas a buscar otro!!!, fue el grito de animo para registrar aquel momento.

Luego de ello, seguimos en subida para llegar al bosque de piedras, pese a que el día se había salvado ya por el espectáculo queríamos cumplir al 100 % el itinerario. El ambiente estaría formado por un
piso de arena blanca y unas rocas que en punta formaban un paisaje parecido al suelo lunar o al menos al que todos tenemos en nuestro imaginario. Más fotos, a beber agua, un sublime, una fruta, más fotos aún y emprender la bajada, y saben, que bien se siente bajar, uno puede recorrer tramos largos a paso veloz, brincando o dándose volantines, valga la repetición, que bien se siente bajar.

Como quedaba algo de tiempo, decidimos ir al mirador desde donde se divisaba la catarata, para que bastante simpática, pero de lejitos no más, el camino hacia ella era por otro lado...una excursión especial.

Así que simple y emocionantemente eso. Ya habrá otra marcha.

1 comentario:

Mel dijo...

¡Qué buena excursión!
Ya me diste ganas de viajar...