Caminaba sola,
sin rumbo, sin tiempo;
solo el frio de la noche,
la hacía sentir viva.
Sus cabellos en desorden,
empapados de sus lágrimas,
eran únicos testigos,
de sus ojos detonados.
Cruzaba la ciudad,
a paso desgastado,
por en medio de las calles,
las que brillan, las que apestan.
Nadie se fijaba,
nadie oía su suspiro
y ni siquiera aquella vez
alguna luna la escoltaba.
Hirientes sus recuerdos,
confusas sus ideas,
tan solo avanzaba
y sus pies no los sentía.
Y sin pensar en volver,
sin saber donde llegar,
la ciudad dejo de verla
...y se perdió al llegar al mar.