Entonces aparecía, por el medio del jardín, aquella mariposa en el nuevo mundo que ahora le abordaba. No se animaba a flotar mucho más alto que los extremos de aquel cesped por donde había sido expulsada, estaba desconcertada y su cuerpecito temblaba sin conocer realmente el motivo.
Las tonalidades sepia de su cuerpo la hacían ajena a este mundo, parecía un recuerdo hecha de retazos de fotos de antaño que mostraban instantes felices. Era el antagonismo de la tristeza sin rumbo dentro de la algarabía de otros tiempos.
Entonces no pudo resistir tanto pesar y sin recordar certeramente quien era, se posó en un muro descubierto esperando algún rapaz repentino. Y por fin pudo llorar.
1 comentario:
sin palabras... es enjugarse las lágrimas, sonreir y decir no pasa nada... pero que ganas de gritar que pasa de todo
Publicar un comentario