viernes, 6 de marzo de 2009

DONDE TODO SE PUEDE

Creo que sí mirásemos siempre al cielo acabaríamos por tener alas.
Flaubert

Ya hecho a la costumbre, caía rendido sobre el pequeño espacio asignado para dormir en aquella barraca donde descansábamos todos aquellos no contratados en el campamento. Una taza de café y un cigarrillo era todo lo que me inspiraba a meditar entre el trabajo y el dormir, solo pensaba en mi familia, en todos aquellos por los que había asumido venir aquí. No tenía porque quejarme, estaba hecho al trabajo y me sentía muy bien haciéndolo, no tanto por lo que hacia, sino por quien lo hacia.
Ya acostado alguno prendía la radio en busca de algo que pudiera acompañar nuestras primeras horas de sueño. Y fue en ese preciso instante donde una densa cantidad de aire frió entro por mis fosas nasales y entonces comprendí, fue como si tras mucho tiempo de andar a tientas por fin encontrara el haz de luz que de tanto tiempo a oscuras empezaba a olvidar. Sin embargo tuvo que pasar, si no, jamás hubiera aprendido a guiarme según mis intuiciones, nunca hubiera aprendido a andar realmente.
Me levanté entusiasmado y no me fue difícil vender mis herramientas y parte de mi posesiones; lo que no pude vender lo regalé y las ganancias de lo vendido las metí en un sobre y envié a mi familia, por ahora, era lo que tenía para darles, quizás luego pudiera seguir ayudándoles, mientras tanto mis hermanos también podían encargarse.
Liviano de carga y sin deudas pendientes me encaminé hacia esa montaña que muchas veces visite de paso o mire por la ventanilla del bus. Si me hubieran preguntado qué buscaba, no habría sabido que responder pero las cosas iban apareciendo como si las hubiera planeado a detalle y con seguridad.
De esa forma me instale, la población de aquel lugar estaba dispersa a lo largo de dos montañas atravesadas por una quebrada. Me cedieron gentilmente una pequeña planicie y a cambio no era mucho lo que me pedían, pero de alguna forma, para ellos significativo: compartir con la comunidad que apenas sumaban nueve familias, con los cuales debería poner en común todo mi saber y sobretodo colaborar en la educación de los niños.
Me ayudaron a construir una casa al estilo de la zona, con la cocina en otra pequeña cabaña pues solo se cocinaba a leña. Mi hogar se abría en un comedor y sala de recibimiento, al fondo dos dormitorios por si llegaba la familia comentaron y fue cuando comencé a recordar aquellos ojos que me veían tan dulcemente, aquellos que bastaban para hacer mi día espléndido, aquellos que me fascinaron,
Empecé a soñar con una familia, con niños creciendo en aquel mundo que tanto quería, ya de grandes los mandaría con sus abuelos o tíos, y que decidieran allá si regresan o se quedan en ese otro mundo. Junto a mi, cada día, la de bellos ojos para compartir lo cotidiano y hacer de lo sencillo, lo maravilloso.
No puedo decir que todo era perfecto pero sí que era lo que quería, y vivía feliz…

Usualmente tendemos a añorar aquello que jamás tuvimos o nunca tendremos, dado que al no poderlo todo o tenerlo todo, siempre pensamos en todo aquello a lo que renunciamos o sabemos ya de antemano que no viviremos. Frente a ello surge una frase que la verdad no se si alguien la dijo primero o son de aquellas que nacen desde lo hondo del sentimiento humano colectivo: “no queda más que soñar”.
Este soñar, por más melancólico que pueda tornarse, es completamente válido y sano, siempre y cuando vivamos aquel resultado de nuestras propias decisiones sin quejarnos de la suerte por la que pasamos.
Como cuando alguien le pregunta a su pareja: “¿hubieras querido no comprometerte y poder tener más experiencias en la vida?” y su pareja le responde “hay muchas cosas que me hubiera gustado vivir, pero decidí quedarme a tu lado y en ningún momento he creido haberme equivocado”; de la misma forma siento que es conveniente no negar todo aquello que hubiésemos querido y buscarlo en aquel lugar donde todo se puede.

…pero no pude contener más la respiración y el ronquido de un sujeto al lado mío me hizo acordar de que debía descansar para empezar bien el día de mañana. Y me acomode de costado mientras trataba de cubrirme del frió, y mientras cerraba los ojos una lágrima lenta bajaba por la mejilla y me escarapelaba el cuerpo. En la radio del fondo se escuchaba a una mujer cantando en francés.


Podría decirle a ese instante: "¡Detente, eres tan bello!
La huella de mis días en la tierra no podrá disolverse en eones".
En el remusgo de tan alta dicha disfruto ahora el supremo instante.
Johann W. Goethe. Fausto.

5 comentarios:

Allison Bellido dijo...

Creo que ese soñar nos da vida de alguna forma, pienso que la esperanza es algo fundamental para enfrentar situaciones nada agradables. Y yo también alguna vez he pensado en esa vida tan tranquila y maravillosa en el campo, un lugar muy bueno para que los niños experimenten una vida más natural,que exploren su imaginación de otra forma con aviones de papel y escondidas y sin juegos de video.
Muy lindo post Oscar, un abrazo.

Allison

Mel dijo...

Yo estoy a unos meses de dar vuelta a la tortilla, de salir por fin siguiendo a mis sueños y no al revés...
Da miedo volver a empezar, el cero puede ser aterrador, pero da un espacio inmenso para el crecimiento... todo nuevo, en especial la vida soñada.

Wilber dijo...

"Como cuando alguien le pregunta a su pareja: “¿hubieras querido no comprometerte y poder tener más experiencias en la vida?” y su pareja le responde “hay muchas cosas que me hubiera gustado vivir, pero decidí quedarme a tu lado y en ningún momento he creido haberme equivocado” "
la verdad una gran frace creo que todos alguna vez quisieramos escucharla y no esta demas decirla para compensar esos momentos ..

Maria Angela dijo...

Soy la visitante n° 1000. ¿Tengo un premio???

Alguien me dijo que para que los sueños se hagan realidad, lo único que tenemos que hacer es ponerles acción.
Besos!

fugitiva35 dijo...

Gracias por comentar en mi blog,realmente humilde al lado del tuyo,yo ya tengo un lugar donde escapar,donde todo es posible pero es un secreto,quien sabe y llegue el dia que te lo cuente.