...no es que te quiera poco
es que ya te he querido.
(Enrique Gil Ibarra)
es que ya te he querido.
(Enrique Gil Ibarra)
Cansado de repasar una y otra vez la misma sonrisa con la que atendía a tanta gente en su oficina, ese día decidió cerrar sus puertas y entregarse a cualquier entretenimiento de aquellos que apaciguaban sus ratos interminables en aquel cajón, y tras iniciar una que otra conversación virtual, además abrir y cerrar el buscador de música, decidió retirarse.
Anduvo por la tarde, tratando de refugiarse en algún lugar donde no sean fríos edificios quienes le proporcionen sombra, paso por su café preferido y por un bar, hasta que penosamente llegó a su casa, donde hojeo sus tres libros de cabecera, pero ni Sábato supo entender la angustia que vivía en ese momento.
No lo dudó más, estuvo en su cabeza todo el tiempo, le había aniquilado el pensamiento y finalmente no pudo negarse. Apenas lo dejó suelto en su imaginario, no tardó en darle un par de vueltas para coger su mochila y salir en un arranque entusiasta e impulsado por la brisa de la emoción, había decido ir a buscarla allí donde sabía podría encontrarla, al costado del mar. Apenas salió de casa apago su celular para no volver jamás. Nunca se había sentido tan fuerte, tan animal, y eso junto a la enorme emoción de volver a su lado y esta vez para quedarse, lo llevaron frente a ella en un instante tan veloz como la estrella fugaz que les sonrió la última vez que estuvieron juntos.
Ella lo recibió como si siempre lo hubiera estado esperando, lo abrazó y el roce de sus dedos por la parte trasera de su cabeza hizo que todo ensarte de pensamientos desapareciera y por fin, desde mucho tiempo atrás, él volvió a sentir aquella paz que alguna vez pensó siempre buscaría…
Muchos han sentido en algún momento el hastío, el no saberse en el lugar indicado, la asfixia e inquietud. Algunas, no pocas cosas, que se comienzan con entusiasmo terminan en el sin sentido y la vaciedad, frente a lo cual suele surgir un arrebato de conformidad o un cansancio de querer buscar nuevamente; sólo cuando aquello puede vencerse es somos capaces de empezar una vez más.
El problema está cuando nada satisface o nada parece hacerlo, entonces la incomodidad puede convertirse en algo patológico y es frecuente y conveniente preguntarse ¿acaso seré yo? En cualquier caso, la pregunta nunca esta de más, pues de cualquier modo se nos presenta la oportunidad de ir desechando todo aquello que no es parte de lo que se busca.
…cuando se repuso, volvió de su lado en que se había acogido, en el que había soltado una última lágrima de impulso; la vio dormida, pensó en lo hermoso que se veía su rostro y en su mente empezo a recordar una canción de cuna que de niño le cantaban, luego de ello y antes que la madrugada lo sorprenda, cogió sus ropas y de regreso a casa volvió a prender su celular.